Si algo sigue caraterizando a la Región respecto a temas sociales es su énfasis en concentrar recursos y esfuerzos para una de las innovaciones en politica social proveniente del discurso neoliberal: el otorgamiento de transferencias de dinero condicionadas para la superación de la pobreza.
Más de 18 países en el continente tienen o han tenido uno de estos programas, cuya principal característica es convertir a las personas pobres en actores principales para que superen su condición de vida pobre, otorgándoles dinero en forma mensual o bimensual siempre y cuando cumplan determinadas "obligaciones" (las llamadas "condicionalidades"), con la esperanza que a futuro y dependiendo de la formación y fortalecimiento de su "capital humano" romperán la transmisión intergeneracional de la pobreza.
Las evaluaciones a la fecha, de estos programas, en el cual el más antiguo bordea los 15 años, aún no permite arribar a la conclusión que las personas o familias que reciben las transferencias de dinero condicionadas han roto su cadena de vida con la pobreza.
Pero a pesar de ello, esta "receta" innovadora de la política social, está implementándose en otros sectores, tales como en el medio ambiente. Experiencias en Ecuador y Perú, por ejemplo, están desarrollando un esquema vinculado a la conservación de los bosques de las comunidades indígenas a través de la entrega de dinero en forma anual, condicionado a que la comunidad conserve sus bosques.
Es así que las comunidades propietarias de bosques son convencidas a desarrollar un plan de negocios (o de inversión) que les posibilite aprovechar sosteniblemente los productos y/o servicios de los bosques para que obtengan mayores ingresos que si se dedicaran a talar masivamente sus bosques, y al mismo tiempo son capacitadas para que manejar sus bosques y conservarlos.
Si cumplen estas "condiciones", la comunidad recibe una determinada cantidad de dinero del estado en función de las hectáreas de bosques puestas bajo conservación. Lo singular de este mecanismo, es que se está transplantando una filosofía y esquema de mercado hacia la política de conservación ambiental.
Es decir bajo este esquema, paulatinamente, los bosques de propiedad de las comunidades indígenas son puestos bajo control de un programa nacional para que sean conservados, pero no con la responsabilidad estatal sino de los propios comuneros, a los cuales se les va interiorizando la necesidad de ingresar al sistema de mercado para que logren mayores ingresos, conceptos muy lejanos de su cosmovisión vinculada a su hábitat.
Quizás es muy temprano la crítica hacia programas que están empleando las transferencias de dinero condicionadas para la conservación de sus bosques, pero es válido interrogarse si los mecanismos de mercado, y en especial los que apuntan a convertir a las personas en sus propios solucionadores de problemas que ellos mismos no los han generado, en vez que sea la sociedad en su conjunto dado el contrato social que existe de convivencia, son los más apropiados para resolver tales problemas.